domingo, 28 de julio de 2013

Prólogo

Dejó caer de su mano ese bolígrafo que tantos recuerdos le traía. Con ello cayó toda su esperanza de dejar que el pasado fuera su presente, y que su presente fuera su futuro. Cedió su día a Morfeo, quien lo llevó al reino de los sueños. James se había quedado dormido, postrado sobre su escritorio. Apoyando la cabeza contra las hojas en blanco de ese cuaderno de cuero viejo que ella le regaló.

Comenzó a soñar. Dejando que recuerdos se cruzaran en la aventura que su mente había creado esa noche para él. Cruzando su pasión por lo irreal con su amor por lo real. Dejó que la mujer que siempre había soñado lo acompañara en el arduo camino. Su sueño comenzó en un pequeño pueblo. Localizado en la cima de una montaña. Rodeada de basta naturaleza que hacían que aquel lugar fuera especial. James siempre había querido tener un rincón así donde poder refugiarse en sus peores momentos. Más allá del bosque, a menos de 5 Km se hallaba un lago, un pequeño lago cercado por la naturaleza. A un lado tenía el bosque y en el lado opuesto había una extensa pradera donde poder correr con libertad. James dormía en la habitación de su casa. Se movió con torpeza palpando con su mano a su izquierda. Una extraña mueca apareció en el rostro del chico, obligandole a despertar y a mirar a su lado. Para su sorpresa, aquello que había buscado con su mano estaba allí. Sentada en el borde de su cama. Vestida con la camiseta del joven. Esbozando una amplia sonrisa mientras se mordía con inocencia el labio inferior. Clavando sus preciosos ojos marrones en los verdes de James.- Creí que te habías marchado. Que mis pesadillas se habían vuelto reales. Que te había perdido. -Dijo James tejiendo con su voz un tono de miedo y tristeza. Anne sacudió la cabeza mientras su sonrisa seguía en su rostro. Se inclinó hacia adelante apoyando una mano en el torso desnudo de James. Se mordió el labio inferior y deslizó hacia abajo su mirada.- Sabes que sería incapaz de irme... Me raptaste... Me conquistaste y te adueñaste de mi... No puedo irme ni aunque tus sueños te lo digan. -Anne acercó sus labios a los de James dándole un breve beso.- ¿Raptarte? ¿Yo? Pedías a gritos que te llevara conmigo. El lazo que llevabas lo pedía a gritos. Yo solo escuché lo que nadie pudo. Solo hice lo que tú querías que hiciese. -Dijo James mientras elevaba su mano derecha hacia la mejilla de Anne. La rozó con delicadeza con el dedo pulgar mientras el objetivo de James era colocar tras la oreja izquierda de Anne ese mechón rebelde que le prohibía contemplar su rostro. Alzó la mirada hasta cruzarla con la de ella y James sonrió.- No es justo. ¿Por qué solo tú pudiste escuchar lo que ni yo misma decía? ¿Y si lo que dices es mentira? -Anne intentó darle un toque de enojo a sus palabras. Un toque de enfado, pero no consiguió darle lo suficiente para que a James le afectara.- ¿Quieres saberlo? -Preguntó James. Anne asintió con lentitud. De esa manera en la que su esencia quedaba reflejada.- Porque te quiero. -Añadió James e hizo una breve pausa.- Porque es lo que yo quería escuchar. Porque es lo que estaba deseando. -Cuando terminó de decir la última palabra James se reincorporó un poco buscando los labios de Anne. Los encontró. Los besó. Los hizo suyos. Anne se humedeció los labios, volviendo a saborear en ellos los de James. Suspiró con recelo mirando a James.- Bla, bla, bla. ¿Nunca te he dicho que hay veces que hablas demasiado? Eres un idiota. Eres mi idiota. -La sonrisa de Anne se ensanchó a más no poder y una breve carcajada estalló en su pecho. James refunfuñó con brusquedad y puso ese énfasis en buscar las cosquillas de su amada.- Mira que te gusta fastidiar los momentos mimosos eh... ¿Qué voy a hacer contigo? -James negó varias veces con la cabeza tras preguntar. Dejando sus manos quietas a ambos lados de su cintura. Anne agarró con su mano derecha el mentó de James y acercó su rostro al de él. Dejandolo a escasos unos centímetros.- Pues quererme. ¿Qué otra cosa vas a hacer sino idiota? -Anne volvió a sonreír aunque esta vez fue algo fugaz, ya que buscó de nuevo los labios de James. Lo besó y se deslizó de nuevo hasta el borde de la cama. Sentándose sobre sus pies, entrelazando sus manos entre si y mirando con diversión a James.- ¿Qué has planeado para hoy? ¿Vamos a ir de nuevo en busca de mi unicornio? ¿O por fin te dignaras a enseñarme a montar en dragón? -Preguntó Anne con su voz más inocente. James se levantó de la cama, rodando hacia su derecha hasta llegar al borde de esta. Se acercó al armario para abrirlo. Era un armario corriente, o eso aparentaba. Combinaba a la perfección con el resto de la habitación. Era de color negro, al igual que las sábanas de la cama. Que contrastaban contra el blanco en el que estaba pintada la cama.- ¿Crees que de verdad mereces que te lleve a buscar unicornios o te enseñe a montar en dragón? -Preguntó James. En su tono de voz había un áspice de rencor, de pique por lo que había pasado. Anne se levantó de la cama y caminó descalza hasta poder apoyarse en la espalda de James. Se pegó a él poniendo entre la espalda y su pecho sus manos. Se puso de puntillas para darle un beso en la nuca y apoyó su mejilla en la espalda de James.- Por favor... ¿Me llevaría usted al rincón más sorprendente de este mundo? -Su tono no era el mismo que antes. Antes era inocente y divertido. Ahora era parecido al que una niña usa para pedirle a su padre que le compre una piruleta. Tenía un deje de niñez y otro de suplica. James se giró sobre si mismo con cuidado. Rodeó la cintura de Anne y miró hacia abajo. James tenía una pequeña sonrisa un tanto traviesa pero la intentó disimular.- ¿Acaso no es este el rincón más sorprendente del mundo? -Anne refunfuñó con suavidad y alzó su mirada para cruzar la mirada con él.- Pe... Pero... -Agachó su mirada para dar mayor intensidad a su reproche. La alzó para cruzarla de nuevo con la de él. Esta vez la niñez que había en su mirada se esfumó. Su mirada era más dura, más intensa.- Cállate. -Sentenció Anne. Se separó de él y se giró bruscamente. Provocando que la melena castaña de Anne golpeara el pecho de James. Anne comenzó a andar hacia la puerta. Se agarró al marco de esta y miró el semblante de James frente al armario. James seguía sonriendo cruzado ahora de brazos.- Ves como no era tan difícil. -Sonrió con diversión.- Preparate. Hoy tengo una sorpresa para ti. -Le guiñó el ojo a Anne. Aunque ella no lo vio, ya que se giró para caminar hasta salir de la habitación.- ¡Cállate! -Gritó Anne mientras recorría el pasillo en dirección al vestidor.- Amo a esta mujer. -Murmuró James mientras comenzaba a sacar la ropa del armario. Algo simple. Un vaquero, unas converse y una camiseta.

James se despertó, parpadeando varias veces hasta ubicarse de nuevo. Seguía en su habitación. Sentado y apoyado sobre el escritorio. Se reincorporó y observó que las páginas del cuaderno estaban escritas. Alterado buscó el boligrafo, al no encontrarlo en el escritorio de un sobresalto se alejó de este empujando la silla. Se tiró al suelo hasta que lo encontró debajo de la cama. Se levantó, cogió el cuaderno y comenzó a leer.- Pero... ¿Qué diablos es esto?.

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