sábado, 21 de septiembre de 2013

Capítulo 4. La realidad.

Anne seguía incrédula a Christine y a Samantha. Tenía ganas de volver a sentir el sol en su piel. Christine saltaba cada dos pasos y cantaba con toda la alegrìa habida y por haber en aquel mundo. Por el contrario la seriedad de Samantha llegaba a asutar a Annie. ¿Qué sería aquello que cruzaba por la mente de Samantha una y otra vez. Cruzaron la multitud de galerías que recorrían aquellos túneles. Agradecía el tener las guías de las pequeña, sabía que si hubiera ido sola se habría perdido. Mientras tanto James llegaba a casa de su hermano Eric. Se bajó del coche con lentitud y respoló pasándose la mano por la cabeza. Se peinó un poco y se fue alejando poco a poco del coche. Llamó a la puerta.— Ding, dong. —Dentro de la casa Eric y su esposa se giraron bruscamente. No se esperaban a James tan pronto. Erc se levantó y besó la mejilla de Vanessa.— Ya voy yo. Ve a lo de la habitación, seguramente quiera pasar la noche aquí. No creo que vaya a conducir otra vez. —Le dedicó una sonrisa y fue hacia la puerta. Abrió la puerta.— Hombre... Dichosos los ojos hermanito. Cualquiera es digno para verte eh. —Abrió sus brazos y abrazó a James. James le devolvió el abrazo.— Hombre... Si tengo que venir hasta el culo del mundo para ver su grano más correoso normal que no venga tanto. —Dijo James. Ambos se miraron y ninguno d los dos pudo evitar soltar una gran carcajada. Entraron en casa y cerraron la puerta. Fueron hasta el salón donde se sentaron en el sofá. Vanessa apareció 15 minutos después. Mientras Eric y James habían estado hablando de asuntos cotidianos, cosas como trabajo y eso. Nada importante vamos.— Vaya hermano... ¿Qué le das a Vanessa para que esté aún contigo? —Le dio un pequeño codazo a Eric y este negó con la cabeza. Iba a responderle pero se adelantó ella.— Será de lo bien que me trata. No como tú en su día James. —Este tragó saliva al escuchar aquello. Hay que decir que Vanessa y James fueron pareja hace bastantes años, a pesar de la edad de James. Se sentía algo incómodo en ese momento por lo que decidió cambiar de tema.— Me dijo que tenías un libro para mi. ¿Dónde está? — Eric y Vanessa cruzaron sus miradas. Las mantuvieron casi durante un minuto.— Sí... Está en la otra habitación. —Dijo Eric sin dejar de mirar a Vanessa.— Lo hemos leído. Bueno, lo que se puede leer. —Añadió Vanessa justo antes de sentarse junto a Eric. James los miró a los dos. No sabía que tenía que decir, ellos ya lo habían leído y habrían sacado sus conclusiones. Se quedaron quietos, los tres, mirándose mutuamente. James se levantó y caminó hacia el libro. Se giró para mirarlos. Volvió al sofá y abrió el libro. Comenzó a leer por donde lo dejó la última vez.

Anne, Samantha y Christine empezaban a ver la claridad de la luz. Una sonrisa asomó en el rostro de Anne.— Jamás me alegré tanto de ver la luz del sol. —Samantha se quedó quieta, llevándose una mano a la frente para darse sombra a los ojos. Miró a un lado y a otro para luego girarse hacia Anne.— Vamos. En unas horas anochecerá y será peor. —Anne no comprendió aquello. ¿Ponerse peor? Había pasado miles de noches acampada en lugares inhóspitos y muy pocas veces se había topado con el peligro. Quizás porque iba con James y este se encargaba de protegerla. Asintió con la cabeza y siguió los pasos de Samantha. Christine saltaba de un lado para otro, como era normal en ella, aunque ahora no gritaba con cada salto. Sino que era más precavida. Salieron a los pies del volcán. El sol se estaba ocultando a sus espaldas. Llegaron a los pies del volcán donde había una pequeña granja. Bajaron por el sendero hasta llegar a una valla. Esta separaba la granja del resto de la naturaleza. Anne se percató de que había 2 grandes edificios y uno más pequeño. Antes de que pudiera preguntar nada habló Samantha.— Aquel es el granero, el otro es la casa de la familia y el más chico es el almacén donde el granjero guarda los trastos para la granja. —Samantha y Christine pasaron entre las barras de madera que formaban la valla. Anne tuvo que pasar por encima de estos. Anduvieron durante un kilómetro más o menos hasta que de repente se quedaron quietas. Escucharon un enorme estruendo proveniente del volcán. Asustadas creyeron que se trataba de una erupción. Pero no. No era una erupción.  No había humo ni nada parecido. Se extrañaron del sonido pero continuaron. La noche seguía avanzando y no tenían ningun lugar donde poder refugiarse. Siguieron caminando hasta que empezaron a dolerle los pies y el camino se complicaba cada vez más. Apenas veían lo que tenían delante ya que las nubes cubrían el cielo por completo. Anne agarró a las pequeñas de las manos y buscó a ciegas un lugar donde poder sentarse.— Tenemos que encontrar o fabricar un refugio. No me gusta la idea de estar aquí en mitad y menos al aire libre. Decidme ¿Queda aún muy lejos la casa del granjero? —Anne miró primero a Samantha y luego a Christine. Samantha estaba pensativa, intentando calcular la distancia desde la valla. En cambio Christine estaba tranquila, miraba a su hermana y luego a Anne. Samantha abrió la boca, pero antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, Christine gritó.— ¿Qué es lo que pasa? —Le preguntaron Anne y Samantha a la vez. Temblorosa y asustada Christine se levantó del suelo. Se frotó las mejillas con ambas manos y corrió hacia Anne. Se lanzó a los brazos de la chica.— Sa... Sa... Sa... Sangre... —Christine balbuceaba. Anne alzó una ceja y se extrañó. Antes de que pudiera reaccionar Samantha dirigió sus manos al suelo. Cerró los ojos y se concentró.— Flama. —Dijo tras abrir sus ojos. Sus manos empezaron a brillar emitiendo una luz muy ténue. Se paralizó al instante. La luz se esfumó. Anne cogió a Samantha de una mano y corrió con ellas de nuevo hacia la valla. Nada más girarse se volvió a escuchar el mismo estruendo aunque esta vez lo acompañó un destello de luz no muy lejos de donde estaban. Aquel destello cegó momentáneamente a las pequeñas. Anne divisó la silueta de un edificio no muy lejos de donde estaban.— Corred. —Anne seguía llevando a Christine en brazos aunque soltó la mano de Samantha. Llegó a la puerta y le dio una patada para abrirla. La puerta se resistía. Dejó a Christine en el suelo y llegó Samantha. Christine agarró la mano de su hermana. Anne buscó un tronco o una vara para poder tirar la puerta abajo. Encontró un hacha de mano. Aunque estaba algo oxidada y mellada la cogió. Lanzó golpes a diestro y sinistro hacia la puerta. Partió la puerta y volvió a patearla, esta vez con éxito. Entraron en el edificio. Christine fue a encender la luz. Anne arrastró un tablón de madera y lo dejó caer contra el marco de la puerta. Tapaba la mayor parte de esta. Samantha se fue con Christine. Demabularon un poco por la casa mientras encendían las luces. Misteriosamente la electricidad seguía estando en la casa. Llamaron a Anne cuando llegaron a la cocina.— ¿Habéis encontrado la despensa? —Las pequeñas negaron con la cabeza. Fueron hacia lo que parecía ser el salon. Se tumbaron en los sofares mientras Anne buscaba la despensa. Deambuló por toda la casa hasta que encontró una trampilla que parecía llevar a un sótano secreto. Alzó una ceja y buscó una linterna. La encontró en un cajón de la cocina. La encendió y bajó por la trampilla.

— ¿Hola? —La voz de Anne llenaba el vacío de aquel lugar. Estaba frío y húmedo. Bajaba las escaleras con excesivo cuidado aún no sabía lo que se podía encontrar allí abajo. Terminó de bajar aquella escalera y volvió a preguntar.— ¿Hay alguien ahí? —Esperó unos segundos para que le respondieran pero al ver que no lo hacían se relajó un poco. Comenzó a ojear todo la bodega con la linterna. Descubrió que allí es donde se guardaba la comida. Descubrió la despensa. La mina de oro en ese momento. Los ojos le comenzaron a brillar antes de girarse hacia la trampilla.— ¡Samantha! ¡Christine! ¡Venid! ¡Está aquí la comida! ¡Daos prisa! —Gritó a pleno pulmón. Buscó con la linterna el interruptor. Lo encontró pero no sin antes recibir un pequeño susto mientras alumbraba a las paredes. Vió como algo parecía moverse intentando esquivar la luz. En ese momento no le dio demasiada importancia, sino que estaba pensando en lo que podía preparar para cenar. Las pequeñas llegaron y bajaron. Anne encendió la luz. No había nada extraño. Solo cestas con frutas y sacos con hortalizas, además de unos cuencos de madera con carne.— Samantha, coge ese saco. Christine, tú coge esa cesta. Que yo cogeré el cuenco. —Las niñas obedecieron y subieron. Anne estaba buscando aún un par de cosas más cuando de detrás de un barril que había en una esquina apareció rodando una manzana mordida.— Pero... ¿Qué cojones? —Se quedó algo sorprendida al ver la manzana. No podía moverse, algo la inmovilizada. Una mano se asomó y cogió la manzana. Volvió a esconderse y se escucharon algunos sollozos de fondo. Anne se acercó hasta quedar a apenas unos palmos de la esquina.— No voy a hacerte nada. Todo ha terminado. —Tendió la mano hacia la esquina. Esa persona la agarró. Anne se desmayó y despertó.

viernes, 2 de agosto de 2013

Capítulo 3. Sobrevivir.

El sol dejó que los primeros rayos de luz cegaran por un momento a James. No había dormido en toda la noche, no pudo por más que lo intentara. Se llevó ambas manos a la cabeza, desesperado y preocupado. Se apartó con violencia del escritorio y gritó. Gritó de impotencia al no poder hacer nada, al tener que haberse rendido anoche. Se levantó y se fue a la ducha, para intentar relajarse. Se duchó rápido, se vistió y se fue de nuevo de vuelta para la casa de Anne. Llegó allí en apenas 15 minutos. El reloj marcaba las 07:15. La hora perfecta. Rebuscó en el coche para ver si por casualidad en alguno de los compartimentos del coche encontraba las llaves. Encontró una copia de las de Anne y esbozó una sonrisa satisfecho. Salió del coche y subió las escaleras. Llegó a la puerta y la abrió. Ben maulló a lo lejos y corrió hacia James. Este lo cogió en brazos y le acarció la cabeza.- ¿Dónde está Anne? -Le preguntó al gato, aunque dudaba mucho que tuviera respuesta. Ben maulló y movió la cola. Caminó hasta llegar al estudio. Vio a Anne dormida sobre una mesa y negó con la cabeza. La cogió en brazos y la llevó hasta la cama.- Mira que quedarse dormida... -Negó con la cabeza y la arropó. Fue de nuevo hacia el estudio y volvió a la mesa. Antes le pareció ver el libro, pero estaba en casa. O eso creía él. La cuestión es que allí no había nada y sabía que Anne no era de las que se quedaba dormida en cualquier lugar. El móvil de James sonó. Se sobresaltó. Era un mensaje de Suzzane. El mensaje decía lo siguiente: "James. Aún me sigues gustando. Ya no estás con Anne. Ven y pasémoslo bien más de una noche." Bloqueó el móvil y lo dejó de nuevo en el bolsillo. Se sentó donde Anne se había quedado dormida. Miró la mesa y se dio cuenta de que allí había algo. Se quedó pensativo hasta que el móvil les sacó de ellos. Era una llamada entrante con un número privado. Descolgó el móvil. Era su hermano.- ¿Eric? ¿Qué pasa? ¿Estáis tú y Marie bien? -Su voz detonaba preocupación. No era normal que su hermano le llamara a esas.- Sí, estamos bien. No te preocupes. Es que... Ha aparecido un libro. -Eric se quedó callado. Creía que su hermano le tomaría por loco. Él mismo lo haría.- ¿Un libro? ¿Qué tiene de especial? -Esperó a que su hermano le respondiera. Pero este tardaba.- Aparece tu nombre y el de Anne. Es de cuero... Y no está acabado. -El tono de Eric tenía mucha preocupación. James se quedó perplejo ante lo que escuchó.- Luego te llamo Eric. -Colgó el móvil, dejó una nota para cuando Anne despertara y salió del apartamento.

Llegó a su piso. Fue directo hacia la habitación. Buscó donde debería de estar el libro. No estaba.- ¡Joder! -La rabia se apoderaba de él. Giró sobre sus talones y se fue hacia la habitación donde estaba el saco de boxeo y el gimnasio. Se calzó los guantes y empezó a golpear el saco como si no hubiera mañana. James se desahogaba así cuando no podía más. Se paró en seco y se quitó los guantes. Eran unos guantes negros con la parte de la palma blanca. Los colgó en su sitio y se puso a mirar las diferentes fotos que allí había. Eran recortes o carteles de las noche que combatía. Combatió en boxeo la mayoría de las veces aunque antes también lo hizo en Muai Thay. Cogió el móvil y le mandó un mensaje a su hermano. "Necesito ir a por ese libro. Voy hacia Los Ángeles. Tardaré unas horas. Voy en coche y desde Miami hay un buen recorrido." Se duchó otra vez y preparó una maleta con las cosas necesarias. Cogió las llaves del Ford Mustang GT y bajó al parking. Pasó al lado del BMW y lo revisó antes de irse. No le gustaría encontrarse con el coche rallado o algo por el estilo a su vuelta. Se montó en el Mustang y dejó el equipaje en el asiento del copiloto. Sacó sus Ray-Ban de la guantera y se las puso. Le encantaba conducir ese coche y por eso no podía dejar de sonreír. Arrancó y pisó a fondo. El coche rugía como un dragón apunto de atacar. Salió del garaje y condujo hasta llegar a la autopista. Anne seguía dormida por lo que su mente aún estaba con el libro. Eric abrió el libro y empezó a hojearlo. Lo leyó hasta llegar al final de lo escrito. Este tembló, el libro. Y las letras empezaron a aparecer en las hojas en blanco.

Anne seguía avanzando por la cueva. Tenía la antorcha por lo que al menos podía salvarse de la oscuridad. Llevaba la mochila a cuestas y eso en algunas ocasiones le retrasaba. Había medio averiguado como funcionaba la red de túneles que había encontrado. Esbozó una sonrisa aunque lamentaba el estar en aquella situación. Siguió caminando hasta que encontró otra cueva. Esta estaba iluminada aunque se debía a un río de ñava que transcurría por uno de los laterales. Se adentró por la cueva hasta que con uno de sus pies chocó contra lo que parecía ser un cuenco de madera. Se agachó, lo cogió y lo examinó. Parecía reciente a parte de que estaba aún mojado y  con restos de comida.- ¿Estoy soñando? -Pestañeó varias veces hasta que escuchó voces. Se escondió en el primer escondite que encontró. Esperó a que pasaran pero algo le hizo estar más pendiente. Reconoció la voz de dos niñas. Anne salió de su esconsite con el cuenco se madera. Tragó saliva y vio que una de las niñas no podia tener más de 5 años y que la otra no superaba los 13.- Hola pequeñas. -Anne quería ser lo más amable y maternal posible. Primero para que no salieran corriendo y segundo para que se acercaran a ella.- Soy Anne. -Esbozó una sonrisa.- Yo Samantha. Ella mi hermana Christine. -Dijo la mayor. La pequeña se acercó y le quitó el cuenco de la mano a Anne. Volvió con su hermana y se quedó detrás de ella.- ¿Sabéis como salir de aquí? -Se agachó un poco para quedar a la altura de las niñas. La pequeña asintió con la cabeza y Anne sonrió.- Sigue. -Las niñas volvieron por donde habían venido. Anne las siguió. Atravesaron una gran cantidad de túneles. Algunos ascendía otros descendía y todos tenía multitud de giros. Anne pensó en que hubiera pasado si hubiera ido sola. Fijo que se habría perdido. Las niñas se pararon al final de un túnel. Este no tenía salida. Miraron a Anne.- Para salir por aquí. Pero peligro. Mamá dragón duerme y querrá comernos. Hay otro camino. Más largo. Más difícil. Pero más seguro. -Dijo Samantha. A Anne le rugió el estómago y se llevó ambas manos al vientre.- ¡Un dragón¡ -Exclamó la pequeña señalando a Anne. Anne negó con la cabeza ruborizada.- No es un dragón es que tengo hambre... No se cuanto llevo aquí y no tengo comida guardada... -Deslizó la mirada hacia el suelo. Samantha le cogió la mano y tiró de ella.- Ven. Comida. -Tiró un par de veces de ella y salió corriendo por el túnel. Anne corrió detrás de ellas hasta que llegaron a otra cueva. Había gran cantidad de comida. Había fruta, queso y carne, aunque esta en menos cantidad. Samantha le dio un trozo de queso. Anne lo cogió y comenzó a comer. Las niñas aprovecharon y comieron algo.- ¿Por qué estáis aquí abajo? -Anne tragó y miró a Samantha. Esta seguía mordiendo mientras desviaba su mirada.- Mamá nos trajo hace un año. Dijo que aquí estaríamos seguras. -La voz encantadora de Christine inundó la cueva. Era acogedora.- Pero... ¿Cómo es que tenéis toda esta comida? Sois... Muy pequeñas aún. -Samantha miró a Christine y negó con la cabeza.- Vamos a la granja y las robamos. -Dijo Samantha sin mirar a Anne. La frialdad de Samantha sorprendió a Anne. En comparación con Christine que era todo lo contrario. El silencio comenzó a apoderarse de la cueva. Reinando en esta mientras comían. Terminaron de comer y Christine comenzó a corretear por allí. Samantha tenía la mirada clavada en su hermana mientras se mantenía en silencio. Anne se levantó de donde estaba y se acercó a Christine.- ¿Me podéis llevar a la granja? -Christine miró sonriente a Samatha y esta asintió.- ¡Sí! ¡Granja! -La efusividad de Christine era contagiosa. Abrazó a Anne y salió corriendo de nuevo por los túneles. Samantha la siguió andando, por último lo hizo Anne.

Eric cerró el libro y lo dejó sobre una de las mesas. Se había pasado las últimas tres horas leyendo aquel libro. Clarisse abrió la puerta de la casa. Era una mujer rubia, de metro ochenta y unas medidas espectaculares. Era la mujer de Eric. Se acercó a Eric y le besó la mejilla.- ¿Tú leyendo? ¿Qué te ha pasado? ¿Estás muriéndote? -Bromeó y le pellizcó la mejilla. Eric se hizo el ofendido y negó con la cabeza.- Sí. Estoy muriéndome y... Estoy leyendo fórmulas para destruir el mundo. -Soltó una carcajada dándole un toque malvado. Se giró y le guiñó el ojo.- Es un libro que me he encontrado. James está apunto de llegar. Por si quieres preparar la habitación de invitados.

domingo, 28 de julio de 2013

Capítulo 2. El sueño y la realidad.

Ambos empezaron a dormir. Anne estaba abrazada a James, este tenía el brazo bajo la cabeza de James y lo único que los tapaba era una fina sábana. El sueño y Morfeo se apoderó de ambos. Los atrapó para llevarlos a su reino. Ambos despertaron en aquella casa de la montaña. Esta vez estaban separados. Algo dentro de ellos parecía haber cambiado. James estaba fuera. Junto al criadero de dragones. Entró y se encontró allí a Anne acariciando el lomo de la última cría que había nacido. Anne se giró y observó a James.- Llegas tarde. -Este se acercó a Anne abrazándola por detrás. Le dio un suave beso en la mejilla. Esbozó una sonrisa.- Un jinete de dragones no llega tarde. Solo llega cuando lo convocan. -Le sacó la lengua y se separó moviendose por el criadero para coger un cubo con carne.- Vamos Sha. Hora de comer. -El dragón se levantó y comenzó a moverse de un lado para otro. James iba lanzándole la comida a este para que la atrapara.- Mira que le gusta jugar al pequeñajo. -Dijo Anne mientras giraba sobre sus talones y se apoyaba en la valla que tenía detrás. Su sonrisa aparecía cada vez que fijaba sus ojos en James.- Y pensar que hace dos meses no sabía nada acerca de estas criaturas y ahora tengo un bebé dragón de dos meses delante mía. -Anne agachó la mirada en el momento en el que James se giró para mirarla. Se acercó a ella y le puso una mano en la barbilla. Alzó el rostro de ella y esbozó una sonrisa.- Hace dos meses no me tenías a mi. Ni yo a ti. -Le dio un beso en la comisura del labio y se alejó en dirección al dragón. Este seguía corriendo de un lado para otro. Sha salió del criadero. La puerta de este estaba abierta y aún era demasiado joven como para saber las normas. James corriendo soltó el cubo de la comida y gritó.- ¡Anne! Ensilla a Sky. Sha se ha ido. Preparalo por si sale volando. -Se giró y salió del criadero. Anne corrió y se fue al establo. Cogió la montura de Sky y se acercó a esta. Lq dragona gruñó a Anne. No era partidaria de que las mujeres se acercaran a ella, y menos cuando había tenido un bebé hace tan poco tiempo. Sujetó la silla de montar. Amordazó al dragón y cogió las riendas de este para llevarlo con James. Mientras tanto James había estado corriendo detrás de Sha. Este había intentado salir volando un par de veces por lo que la preocupación de que se escapara cada vez iba a más. Llegó Anne con Sky, quien salió corriendo hacia a James. Hizo una especie de gruñido amistoso al rozar con el hozico el torso del joven. James se montó en Sky y le dio una suave palmada en el cuello.- Anne. ¿Dónde está Sha? -La voz de James dejaba claro la preocupación que había. Anne señaló hacia al este. Hacia Sha, quien había conseguido alzar el vuelo.Cogió las riendas y Sky comenzó a correr detrás de Sha.- Vamos a por el pequeñajo. -Golpeó ligeramente el costado del lomo de Sky con la mano y Sky comenzó a volar. Sha se metió en el bosque. Iba volando demasiado bajo como para que un dragón adulto pudiera tener toda la maniobrabilidad posible.

Volaron alrededor de dos horas por el bosque. Sky lo sobrevolaba ya que entrar la ralentizaría. Y Sha se divertía demasiado para ser consciente del peligro que corría. Llegaron al lago. Sha tomó altura y fue cuando Sky le bramó con enfado para regañarle. James le acarició el cuello a Sky cuando desde el suelo se vio subir una red que alcanzó a Sha. Instantáneamente Sha empezó a caer hasta chocar contra el agua. Sky estaba en Shock al igual que James. Observó como cazaban a su dragón y sacudió la cabeza. Palmeó el costado del lomo de Sky y esta comenzó a caer en picado mientras no paraba de gruñir sonoramente. Los cazadores se percataron de que el otro dragón se acercaba cogieron sus armas. Empezaron a disparar los arpones. Uno de ellos pilló por sorpresa a James y a su dragón. Alcanzó una de sus patas, bajo la rodilla. Sky profirió un aullido de dolor acompañado de una pequeña ráfaga de fuego. Seguían disparándoles pero ahora James y Sky los esquivaban. Los cazadores se habían dado prisa. Habían corrido y ya habían puesto a Sha en el camión. Sha estaba asustado, gritando y mirando para un lado y otro. Sky se quedó a unos 50 metros cuando el camión arrancó. El camión estaba blindado. Estaba reforzado para resistir los ataques de los dragones. Sky lanzó una llamarada azul en dirección al camión. Lo alcanzó y este quedó marcado en un punto. James tiró de las riendas hacia atrás y volvió al establo. Llegaron y se bajó de ella. Anne al ver como llegó Sky y al no ver a Sha se llevó ambas manos a la cara.- Pero... ¿Qué ha pasado? -James llevaba las riendas de Sky hacia uno de los cercados. Le quitó la silla y la mordaza. Giró la cabeza hacia Anne.- Traete la vara de hierro. Hay que quemarle la herida para que cierre antes. Date prisa. -Anne salió corriendo. James cogió una de las toallas que había en el establo y la mojó. Le limpió un poco la herida a Sky. Llegó a Anne y le tendió la vara de hierro. James la cogió y se acercó a la boca de Sky.- Cariño. Enciende el nido. -Sky giró la cabeza y exhaló una llamarada hacia el nido. Calentó la barra de hierro y la puso sobre la herida. Sky cerró los ojos y se relajó. Anne se extrañó de la tranquilidad de Sky.- ¿No le duele? -Se acercó a James y le puso la mano en el hombro. Alzó la cabeza y buscó la mirada de Anne y sonrió.- A los dragones no les molesta el fuego. Se queman entre ellos para sanarse. -Anne comenzó a examinar a James. Le encontró un par de rasguños. Anne se sobresaltó.- ¡Jam! Te... han... herido... -La voz de Anne se resquebrajaba. Se rompía. El solo hecho de que pudiera perderlo era algo que le aterrorizara. Se levantó corriendo a por un trapo. James se sorprendió ver la exageración con la que actuaba.ñ Se quitó la camiseta y la dejó sobre el cercado. Anne volvió, se acercó a James y comenzó a limpiarle las heridas con lentitud. Empezó con la que solo eran rasguños hasta que vio en el costado un corte algo profundo. Como ya lo había previsto había cogido una aguja e hilo de tripa. Se puso a coser el corte.- Gracias Anne. Yo solo no podía haberla cosido. -James tensaba la mandíbula cada vez que la aguja le perforaba la piel. Todo su cuerpo se tensaba y se relajaba cuando ocurría. Dejó que Anne terminara de coserle. Se levantó y besó a Anne. Esta sonrió aunque su sonrisa duró unos excasos segundos.- ¿Dónde está Sha? -James comenzó a vendarse el torso.- Lo tienen unos cazadores furtivos. Sky dejó la marca en el camión. Podremos rastrearlo y luego ella lo localizará. -Se giró para acercarse a Anne y la abrazó. El rostro de Anne había cambiado del shock al pánico y del pánico al horror. Sus lágrimas empezaron a recorrer su mejilla con timidez.- Todo irá bien. Rescataré a Sha. -Le besó la frente y sonrió.

Amaneció y sonó el despertador. James y Anne se desperezaron y despertaron.- Buenos días princesa. -Le besó la comisura del labio después de apagar el despertador. Se levantó de lpa cama mientras Anne se tapaba con las sábanas. Buscando esconder su cuerpo.- Buenos días Jam.. -Una sonrisa se le escapó de su rostro. Se tapó la cara con las sábanas al sentir que el rubor coloreaba sus mejillas.- Aún sigues teniendo ropa en casa. Voy a preparar el desayuno. -Dijo mientras terminaba de vestir y salía de la habitación. Anne se fue a ducharse mientras James preparaba el desayuno. Tardó poco, sabía donde guardaba James las cosas y se sorprendió un poco al ver que se había dejado aún cosas suyas y que aún las guardaba. Se fue de nuevo a la habitación, se vistió y salió hacia la cocina. James aún seguía cocinando cuando Anne llegó. Se acercó por detrás de este, se puso de puntillas y se aferró a su cuello.- Ummm.... Que rico. -Le besó el cuello y se movió por la cocina para coger los platos, los vasos y los cubiertos. Los colocó en la mesa y dejó que su pelo cayera por uno de sus hombros. James sirvió el desayuno y esperó a que Anne se sentara. Se pusieron a desayunar mientras hablaban de cosas sin importancia. James no tardó demasiado ya que tenía que irse a trabajar.- Nos vemos a la noche. -Le besó la comisura del labio y se levantó de la mesa. Se ajustó la corbata y salió por la puerta.

Anne se levantó de la mesa y fregó las cosas. Llevaba puesta la camiseta favorita de James. Esa que ella misma le regaló. Empezó a divagar por la casa mirando las fotos. Empezó a recordar los momentos. Encontró la foto que se hicieron el día en el que empezaron a salir. Estaban ellos en una cala. Con el agua de fondo cristalina. Fueron con unos amigos y uno de ellos los pilló desprevenidos. En ese momento no habían empezado a salir. Simplemente estaban tonteando. Recordó como al volver y al dejarla en casa James le pidió salir. Anne esbozó una sonrisa tímida y vergonzosa antes de dejar el marco con la foto en su sitio. Siguió caminando por la casa, observando la multitud de cosas que le traían recuerdos. Cansada de vagar por la casa de James decidió ir al cuarto, cambiarse y buscar el libro. Lo encontró debajo de la cama, bajo una losa suelta.- Tan predecible... -Murmuró. Se cambió y salió de la casa de James buscó su coche y se dirigió a la suya.

Entró en el apartamento. Era corriente, no muy decorado y de un tamaño medio. Tenía solo 3 habitaciones, el dormitorio, el baño y una sala que usaba como estudio. Además de la cocina-comedor. En casa le esperaba Ben, su gato siamés. Era de color negro, el pecho era blanco al igual que sus manos delanteras. Maulló con efusividad para recibir a su dueña. James adoptó a Ben cuando estaba con Anne. Ben tan solo tenía unos días cuando fue a por él y Anne se enamoró del gato nada más verlo. Cuando James y Anne rompieron Ben ya había cogido mucho aprecio a Anne, que era con quien mayor parte del tiempo pasaba. Anne se agachó para coger a Ben en brazos. Pesaba poco ya que no era muy grande y aún se le podía considerar un cachorro ya que solo tenía 4 meses. Se dirigió al estudio y dejó el libro sobre la mesa. Cogió todos sus libros de la universidad y los fue colocando en la estantería que tenía reservados para ellos. Anne estudiaba veterinaria. Era un sueño que tenía desde que era una niña. Dejó a Ben en su regazo y abrió el libro. Leyó lo que esa noche había soñado con James. Cogió un bolígrafo, jugueteó con él entre sus dedos y optó por escribir. "Llegó a un bosque donde la soledad y la oscuridad se adueñaban de todo lo que le rodeaba..." Anne cayó instantáneamente dormida. Apoyada sobre las hojas en blanco del libro.
Despertó en el bosque, con la única luz de la hoguera que había a su lado. Se frotó la cabeza mientras miraba a un lado y otro. Vio que solo había un saco de dormir, una mochila y no había tienda alguna. Aquello le extrañó e instantáneamente llamó para ver si le respondía.- ¿James? -Ahuecó sus manos alrededor de su boca para mandar su voz a la dirección deseada. No escuchó nada por lo que volvió a preguntar.- ¿James estás ahí? -El silencio volvió a apoderarse del bosque. Anne se reincorporó y buscó en la mochila alguna antorcha. La encontró y la prendió. Movió la antorcha a un lado y a otro y no encontró nada.- James... Ya basta. No hace gracia. ¡Aparece ya! -Bufó sonoramente y volvió a mover la antorcha. Se quedó quieta esperando a que James apareciera pero no lo hizo. Suspiró y se volvió a sentar. Clavó la antorcha en el suelo y se acercó a la hoguera. Pasaron los minutos y el único sonido que escuchaba era el de algunos animales, pero demasiado lejos como para preocuparse. Buscó algo de comer en su mochila y no encontró nada. Suspiró y escuchó como unas ramas se partían al pasar sobre ellas. Cada vez se escuchaban más cerca. Anne tragó saliva y buscó en la mochila un arma. La sacó sosteniéndola con temblor. Tenía miedo. Anne no sabía como reaccionar ante esas situaciones. Apagó la hoguera y alejó la antorcha. Se escondió detrás de un árbol. Esperó asustada hasta que vio a un dragón acercarse a la hoguera. Anne salió de detrás del árbol al reconocer el dragón.- Rock. -Se acercó al dragón y le acarició el morro. Rock volvió a encender la hoguera exhalando un poco de fuego y se tumbó detrás de Anne. Esta guardó el arma y se percató de que Rock había traído un ciervo. Sacó un cuchillo y lo desolló. Puso la carne para que el fuego lo cocinara y dejó otra poca cruda para Rock. Se sentó al lado del dragón y comió.

Anne se despertó. Ben le había dado un zarpazo en la pierna para que despertara. Estaba maullando. Se levantó y dejó el libro abierto con lo nuevo escrito. Siguió a Ben y fue entonces cuando se percató de que había pasado casi un día allí metida. Vio el móvil y vio las llamadas perdidas de James y de algunos amigos. Las borró y se fue a la cocina para darle de comer a Ben. Mientras tanto James estaba en casa. Había llegado después de trabajar casi 22 horas. Aunque en verdad James no necesitara trabajar siempre había querido poder viajar por el mundo y que mejor que realizando negocios. James era el presidente de su empresa, que se dedicaba a la importación y exportación de materias primas a otros países. Él junto al comité de la directiva eran los encargados de cerrar los negocios de grandes magnitudes como el que acababa de cerrar en Dubai. Llegó a casa y fue directamente a la ducha, no hizo nada más. Se duchó y se tiró en el sofá a ver la televisión. Las horas pasaban y con ellas la preocupación por Anne aumentaba pero sabía perfectamente que si de verdad ocurría algo Anne acudiría a él, como siempre.
Era ya la hora de cenar y la verdad es que el chico estaba hambriento. Se levantó y se fue a la cocina, se hizo una cena ligera pero elaborada. Cenó y fue al dormitorio a por el libro. Se puso a buscarlo y no lo encontraba. Primero se extrañó y creyó que había soñado y fue a donde lo había puesto la primera vez. Llegó a la estantería y busco entre todos sus libros. No lo encontró. Se extrañó aún más y llamó a Anne. No contestaba, siempre comunicando. Vio su camiseta favorita sobre una de sus sillas y se mordió el labio. Cogió las llaves del coche y salió de casa. Iba a por Anne.

Anne se había vuelto a quedar dormida. El libro le obligó dormir, tenía una historia que narrar. Anne volvió a despertar en el bosque junto a Rock. Este estaba despierto aunque seguía quieto con la cabeza apoyada y mirando hacia la nada. El sol empezaba a aparecer entre los árboles y los primeros rayos de luz mostraron la soledad del bosque. La hoguera estaba apagada y el poco humo que salía de ella empezaba a extinguirse. Anne vio el rastro que había dejado Rock cuando llegó. En ese momento Anne se reía por lo que armó la noche anterior. Se levantó y le acarició el lomo a Rock.- Anda vamos. Que tenemos que seguir el rastro de Sha antes de que James vuelva. -Rock se levantó y bajó la cabeza para que Anne se subiera. Anne recogió las cosas y se montó en su lomo. Rock no estaba acostumbrado a llevar a nadie sobre él por lo que optó por no volar. Iba a trote, a un buen ritmo. Tanto que a la hora de partir ya había recorrido la misma distancia que Anne recorrió el día anterior. Unos cuantos kilómetros más adelante Rock se paró en seco. A pesar de su voluminosidad Rock no tenía ni un año de edad. Por lo que era aún un adolescente. Rock olfateó a un lado y a otro. Al poco tiempo se escuchó un gruñido. Estd obligó a todos los animales callarse y el silencio se adueñó del bosque. Anne se asustó y miró al cielo. Nada, no había nada volando. Apoyó una mano en el lomo de Rock y este continuó con precaución. Dio dos pasos y un par de árboles cayeron en seco delante de ellos. Se vio solo una zarpa, gris el doble de grande que Rock. Este bufó muy envalentonado, muy bravo. El dragón terminó de aparecer. Anne se bajó de Rock y le puso la mano en el lomo, sobre el ala. Rock se volvió a envalentonsr y esta vez saltó a por el dragón. Este le golpeó el lomo y quedó tumbado a un lado. El dragón avanzó saltó y cogió a Anne entre sus garras. Salió volando, perdiéndose en el horizonte. Se dirigió hacia un antiguo volcán que había en las cercanías. Estaba a 300 kilómetros del pueblo. Entró por el cráter y dejó a Anne en su nido. Estaba lleno de tesoros y de bastantes cadáveres. Anne estaba asustada. Demasiado asustada, solo lamentaba no haber avisado a James. No le dijo nada de sus planes y tampoco pudo decirle adiós. Temía por su vida y veía pasar por sus ojos los 20 años que llevaba vivos.

James llegó a la casa de Anne. Llamó al timbre. No ocurrió nada. Sonó. Volvió a llamar y este volvió a sonar. Ben maullaba detrás de la puerta y la rascaba para intentar abrir. Pero era imposible que pudiera. James rebuscó en sus bolsillos y sacó el llavero. Comenzó a buscar la llave del apartamento de Anne pero no encontraba alguna parecida. Tenía las de casa y las del trabajo. Tenía todas las que en ese momento no le servían.- ¿Dónde cojones he metido las llaves de Anne? -Refunfuñó por lo bajo y optó por aporrear la puerta.- ¡Anne! ¡Coño Anne! ¡Abre la jodida puerta! -El silencio volvió a apoderarse del rellano. James apoyó su espalda contra la puerta y dejó que su cuerpo cayera lentamente hasta quedar sentado en el suelo. Apoyó la cabeza y resopló. Cerró los ojos y dejó que su mente divagara intentando buscar una solución.
Mientras tanto, Anne seguía dormida. Imbuida en el sueño, raptada por el libro. Seguía en el nido aunque esta vez el dragón se había ido. Miró a un lado y a otro, intentando ver algo más claro. Pero seguía viendo lo mismo, cadáveres y más cadáveres apilados. Se levantó con cuidado, con temor a que el dragón volviese. Salió del nido, que estaba colocado en el extremo de un acantilado. Y con camino lento y muy cuidadoso se alejó del borde. Su espalda chocó contra la pared y se aferró a ella con ambas manos, sin darle la espalda al nido. Se quedó quieta, en silencio, mirando al nido hasta que escuchó el bramido de un dragón. Asustada se agachó y se abrazó las rodillas, formando un ovillo. Alzó la mirada al cielo y no vio nada. Solo veía la poca luz que el cráter del volcán. Bajó la mirada hasta el nido y vio 3 huevos de dragón rotos. No veía nada dentro de ellos por lo que Anne se apretujó más, como si ese gesto pudiera llegar a salvarle la vida o algo por el estilo. Pasaban los segundos, la sed aumentaba y el hambre con ello. El estómago de la chica le jugó una mala pasada. Sonó, rugió. Anne se llevó ambas manos al estómago y suspiró. Maldijo mentalmente lo que había ocurrido, el haber visto 3 cascarones de huevo de dragón no era para nada buena señal. Pasaron de nuevo los segundos, convirtiéndose en minutos. Pasaron casi 10 hasta que se escuchó como unas rocas se desprendían. Anne giró rápidamente la cabeza al lugar del que había provenido el ruido. Se reincorporó para intentar ver algo, pero no veía nada. Hasta que tras unos segundos mirando alcanzó ver una zarpa. Era pequeña, un poco más chica que la de Rock. Se sobresaltó y ahogó un chillido. Tardó unos segundos en terminar de trepar el borde. El dragón estaba desorientado, mirando a un lado a otro con las fauces abiertas. No tenía dientes, sus ojos estaban demasiado abiertos y sus alas eran aún demasiado diminutas como para que le permitieran volar. El dragón aún no se había percatado de la existencia de Anne por lo que buscaba con curiosidad lo que tuviera delante. Anne miró a un lado y otro. Estaba arrinconada, no tenía nada alrededor.- Se acabó... Como se percate de que esté aquí me devora. -Su voz era muy débil, eran casi susurros, pero aún más débiles. Dio un paso hacia atrás y su talón chocó contra una roca. Esta cayó al vacío provocando ruido y un sonoro golpe al final. El dragón miró hacia Anne y bufó. Ya está, el dragón se había percatado de Anne. A toda prisa Anne intentó buscar un escondite, algo donde poder refugiarse y salvarse. Encontró una pequeña abertura en la roca detrás del dragón.- Genial... -Suspiró y cerró los ojos. Se armó de valor, o al menos lo intentó. Buscando dentro de sí lo que James siempre le había dicho. Ese recuerdo al que aferrarse. Lo hizo, se acordó de la primera vez que vio a James y se aferró a ese recuerdo. Abrió los ojos y vio al dragón a menos de 3 metros de ella. Anne cogió una roca y la lanzó a un lateral. Obligando al dragón a mirar hacia otro lado. Aprovechó ese momento para correr hacia el dragón y saltar sobre este. Al ser pequeño no era un dragón demasiado grande aunque se quedó a poco de pisarle la cola. Siguió corriendo sin mirar atrás hasta llegar a la abertura. Se metió y el dragón se giró. Caminó hacia la abertura metiendo el hocico dentro de esta y olfateando. Gruñó por lo bajo e intentó morderla. Pero no llegaba, la abertura daba a una pequeña cueva en la que Anne podía estar incluso tumbada que no llegaba. El dragón intentó exhalar fuego por su boca, pero no lo conseguía. Esto provocaba que se cabreara, que se frustrara. Este movió la cabeza con fuerza provocando que unos trozos de roca se desprendieran y le golpearan la cabeza. Rápidamente se echó hacia atrás, dolorido por los golpes. Anne se asomó por la abertura y vio como este se alejaba. Suspiró aliviada. Se había salvado.

James seguía pensando en como entrar a la casa de Anne. Se levantó y golpeó con la mano la puerta.- ¡Joder! -La furia y la impotencia se adueñaba de sus actos. Su mente no estaba demasiado clara. Cogió un folleto de publicidad y lo giró. El reverso estaba en blanco. Perfecto para lo que James tenía en mente. Sacó de sus bolsillos un bolígrafo y comenzó a escribir. "Si lees esto te aviso de que mañana a primera hora estoy aquí con un cerrajero si hace falta. Me tienes muy preocupado. Atentamente: Jam." Guardó el bolígrafo e introdujo el folleto bajo la puerta. Suspiró y se dio por vencido. Se giró sobre sus talones y comenzó a caminar escaleras abajo. Miró sobre su hombro hacia la puerta. Sacudió levemente la cabeza para sacarse los malos pensamientos. Miró al frente y comenzó a bajar los escalones. Llegó hasta su coche y se montó en este. Condujo hasta su casa y nada máa llegar se fue al estudio. Encendió el ordenador y sin venir a cuento comenzó a rescatar todas las cosas que tenía de Anne. Ya fueran fotos, relatos que le escribió o canciones que le recordaban a ella. Empezó a escuchar "The Beattles". No empezó por ninguna en especial por lo que puso la lista de reproducción y dejó que sonara. Se pasó la noche en vela, escuchando música. Escuchó toda la lista de reproducción y cambió a la de "Pablo Alborán". Siguió con "Linkin Park", con "Maldita Nerea" y otra que tenía con canciones aleatorias. Leyó todos los relatos que le había escrito y vio muchas de las fotos que tenía. Mientras tanto, Anne seguía dormida mientras el sol estaba a punto de aparecer. Ben deambulaba por la casa sin tener nada que hacer. Intercalaba alguna que otra cabezada con un rato de juego con el ovillo de lana. Pero quería jugar con Anne y ella seguía dormida y nada de lo que Ben le hacía la despertaba.

Anne seguía escondida en la abertura de la pared. En esa cueva que le salvó la vida. Miraba de vez en cuando por la grieta intentando ver algo pero solo podía ver como la intensidad de luz iba disminuyendo. El temor y el miedo provocaban que Anne fuera incapaz de dormir, que le fuera incapaz relajarse. Se sentó y se abrazó las rodillas apoyando la cabeza entre estas. Cerró los ojos y empezó a llorar. La adrenalina se había ido y con ella la valentía que Anne sacó. Estaba aterrorizada y enfadada consigo misma. No paraba de recordar las últimas palabras que James le dijo esa misma mañana. "Prométeme que no irás a ningún lado." Y ella creyendo que sería más fácil se lo prometió. Incumplió su palabra además de preocupar a James. Lo conocía y sabía que ni dormiría ni comería hasta encontrarla. Y lo peor de todo es que ni ella misma sabía donde se encontraba. Nunca había estado tan lejos y sola. James era el que sabía orientarse. James era el guía. Se tumbó en el suelo y continuó en forma de ovillo, sollozando y con los ojos cerrados.- Perdóname Jam. -Dijo antes de que un temblor la sacara de sus pensamientos. Se levantó lo más deprisa que pudo y se asomó por la grieta. Vio como rocas de diferente tamaño caía al suelo. No le dio demasiada importancia hasta que empezó a ver algo brillar. Era el suelo. Las rocas estaban rompiendo el suelo volcánico que lo mantenía apagado. Anne palideció. Ahogó un grito y retrocedió hasta que su espalda tocó la roca. Se sentó de golpe en el suelo, como si alguien la hubiera empujado a hacerlo. Se miró las manos y luego miró la grieta. Cada vez había más luz y no sabía cuanto tiempo tenía para salir de allí. No sabía si habría una erupción. No sabía nada. Se deslizó hasta la grieta y gritó.- ¡Rock! ¡Jam! ¡Alguien! ¡Sálvadme! -Escuchó a varios dragones y retrocedió de nuevo hasta el final. Se volvió a hacer un ovillo, pero esta vez permanecía atenta a las paredes de una cueva. Vio diferentes dibujos rupestres y pensó que quizás hubiera una salida. Se levantó y empezó a registrar las zonas que la grieta iluminaba. La poca luz que esta dejaba entrar frustraba a Anne pero sabía que si la agrandaba uno de los dragones podría entrar a por ella. Entonces se acordó de que en la mochila tenía lo necesario para hacer una antorcha. Se asomó por la grieta y la vio. Estaba en el nido. Maldijó de todas las maneras posibles el no haber caído antes en eso. Se armó con un par de rocas sueltas y salió de la grieta. Caminó hacia el nido y se metió en él. Se agachó, se puso la mochila y salió. Volvió a la cueva armada. De camino a ella dos dragones se pusieron delante y detrás, dejandola a ella en medio. Anne giró la cabeza para ver al de atrás. En esa situación Anne habría temblado o gritado, pero por una vez mantuvo la calma. Su cerebro trabajaba a toda velocidas intentando recordar lo que James le explicó sobre las crias de dragón. "Suelen asustarse ante ruidoa bruscos." La voz de James sonó en la mente de Anne.- Sonidos bruscos... Sonidos bruscos... -Deslizó la mirada hasta sus manos y luego miró a uno de los dragones. El silencio se hizo dueño de la situación hasta que Anne corrió hacia uno de los dragones para golpear las piedras entre si. Funcionó, el dragón se apartó del camino profiriendo sonidos de quejas. Anne se coló por la grieta e hizo la antorcha. La prendió con la yesca y el pedernal que tenía la mochila. Se puso a investigar la cueva y encontró varios pasadizos. No sabía muy bien cual tomar, porque de la decisión dependía su vida. Se sentó y se quedó pensativa, intentando recordar algunas de las muchas clases de supervivencia que James le enseñaba.

Capítulo 1. El despertar.

Cerró el libro con brusquedad y lo dejó caer. Chocó contra el suelo provocando un golpe seco. El rostro de James denotaba ira y rabia, aunque también tenía miedo. No sabía lo que estaba pasando. Se quedó inmóvil, perplejo. Observando la cubierta de cuero del libro. Era simple, no tenía nada. Ni siquiera título, ni ninguna imagen. James se agachó con cuidado extendiendo la mano hacia el libro.- ¿Por qué? -Hizo una breve pausa analizando con la mirada el libro.- Ella me lo regaló... Quizás sepa lo que... -Se quedó callado de repente. Sobresaltándose y cayendo hacia atrás. Apoyó ambas manos en el suelo hacia atrás para intentar no darse un golpe. Fracasó.- Pero... ¡¿Qué cojones?! -Sobresaltado se levantó casi de un salto. Observó el libro. El cual empezó a emitir un pequeño haz luminoso. En la tapa de la cubierta unas llamas empezaron a quemar el cuero. Un título quedó grabado en negro.- ¿El libro de los sueños? -Leyó James mientras con precaución se agachaba para coger el libro entre sus manos. Volvió al escritorio, dejó el libro a un lado y encendió su ordenador.- Sea lo que sea debe de aparecer en algún lugar. -Miró de reojo el libro mientras esperaba a que su ordenador se encendiera.

Cogió el ratón con su mano derecha y comenzó a navegar por internet. Empezó buscando lo más directo. "El libro de los sueños, ¿Existe?". Leía la pantalla y entraba en algunos enlaces que encontró. Cada enlace era como recibir un cubo de agua fría sobre el cuerpo desnudo en pleno invierno. Optó por fragmentar su búsqueda en libros mágicos, sueños de libro, sueños y realidad. Tras cien páginas abiertas, millones de palabras leídas y media hora pasada la esperanza de encontrar alguna referencia sobre el libro. Quiso hacer una última búsqueda y encontró un enlace. Una pequeña chispa de esperanza avivó en su cuerpo.- Existe un libro. Un libro creado por Morfeo. Cuenta la historia de que fue robado de su castillo y se ha ido trasladando de mundo en mundo desde su desaparición. Algunos dicen que apareció en nuestro mundo hará miles de años. Otros piensan que sigue vagando por el mundo y otros que el libro tiene la voluntad de presentarse donde quiere. Hay referencias de que se cree que los Egipcios lo tuvieron. Que de ahí nacieron muchos de sus mitos. Pero como sabéis lectores el pasado por desgracia es incierto. -Leyó con interés. Desvió la mirada hacia el libro con incertidumbre. En el lomo del libro el título comenzó a grabarse. Apareciendo bajo este en pequeño el símbolo celta del nudo eterno. James se quedó algo sorprendido aunque empezaba a comprender la libertad del libro. Se giró sobre la silla dejando a la espalda el escritorio. Se levantó de la silla y se dirigió a la cómoda. Abrió uno de los cajones y sacó unos calzoncillos. Lo cerró con un golpe de cadera y salió de su habitación. Su mente divagaba entre la información que acababa de leer.

Llegó al cuarto de baño, soltó los calzoncillos sobre el mueble del baño y se dirigió al lavabo. Apoyó ambas manos. Alzó la mirada hasta clavarla en el espejo. Acercó su cara a esta y abrió los ojos.- Si esto es una ilusión me he tenido que meter droga de la buena. Porque vaya tela... -Sacudió la cabeza y se reincorporó extendiendo una de sus manos hacia el cajón superior del mueble. Sacó una toalla de color naranja. La dejó sobre el mueble y cerró el cajón mientras comenzaba a desnudarse. Se quitó la camiseta de manga corta y el pantalón que formaban su pijama. Continuó deshaciéndose de los calzoncillos y los lanzó hacia el cesto de la ropa. Encestó. La camiseta del pijama cubría el tatuaje que tenía en el hombro derecho, que abarcaba parte de la espalda y la parte superior del brazo. Desde lejos podía parecer que llevaba tatuado un alambre de espino enrollado desde el hombro y rodeando el brazo. Pero de cerca podía leerse claramente un texto. "Una vez alguien me dijo que existía lo imposible. Que todos acabamos limitados. Pero comprendí que solo tenemos que liberarnos de la jaula en la que  nos hemos encerrado." Se metió en la ducha dejando que el agua comenzara a caer sobre su cabeza. A pesar de que era un hombre alto, media 1,87 metros. La ducha estaba precisamente construida para que sobraran unos 15 centímetros sobre la cabeza de él. Apoyó las palmas de sus manos en la pared de la ducha provocando que el agua corriera por su espalda y por su cuerpo. Cerró los ojos bajando una mano a la rosca del grifo del agua caliente. La giró hasta que llegó a su tope. Necesitaba relajarse, y darse una árida ducha era su manera.

Salió de la ducha algo más calmado. Cogió la toalla con la mano derecha. Comenzó a secarse el pelo, dejando que este le cayera sobre la frente. Se secó la cara y continuó secándose los brazos, siguiendo por el torso hasta la cintura. Cogió la toalla de dos de los picos y se la ató a la cintura. Se acercó al lavabo y abrió una de las puertas que había bajo este. Sacó la maquinilla de afeitar, espuma y una cuchilla. Cogió la espuma y se espumó la parte donde la barba apenas tenía unos centímetros de longitud. Cogió la cuchilla y con asombrosa delicadeza y agilidad afeitó la zona que deseaba. Se miró al espejo y esbozó una sonrisa mientras pasaba la mano por su pelo. Dándole un poco de forma, peinándolo con ligereza. Cogió la maquinilla y la ajustó a la medida de siempre. Se pasó la maquinilla por la barba, dejando que la longitud del pelo no superara el medio centímetro. Limpió la maquinilla y guardó de nuevo las cosas en su sitio.

De repente su IPhone sonó. Estaba en la habitación por lo que James tuvo que salir corriendo con la toalla en la cintura. Cogió el IPhone y observó quien llamaba. Anne. Era Anne. Descolgó el IPhone con rapidez y se lo colocó en el oído.- ¿Sí? -Dijo mientras se sujetaba con una mano la toalla en la cintura.- Jam. Necesito hablar contigo. Donde siempre en media hora. -Tras oír aquello lo siguiente que se escuchó fueron los pitidos al colgar. Colgó el móvil y lo dejó sobre la cama. Volvió al baño esta vez sin la toalla, tenía demasiadas prisas como para pararse con esas tonterías. Se puso los calzoncillos, se acicaló un poco y volvió a la habitación. Abrió el armario y sacó una camiseta de Quicksilver de color azul. Sacó un vaquero algo desgastado aunque perfecto. Era el favorito de James. Sacó sus converses de color negro y terminó de vestirse. Salió de casa cogiendo las llaves del coche. Cerró la puerta y se montó en el ascensor para irse al garaje. Se montó en su BMW Serie 1 y pisó el acelerador para llegar lo antes posible a su encuentro. La llamada de Anne.

Llegó a la playa antes de lo previsto. Anne aún no había aparecido. Aparcó el coche junto al banco donde habían conocido. Se bajó del coche y comenzó a andar hacia el lugar de la cita llevándose ambas manos en los bolsillos. El que hubiera llegado antes estaba provocando que la mente de James empezara a divagar y a jugarle malas pasadas. Empezó a pensar en que quizás había quedado para solucionar el problema, para volver. También pensó en que le avisó para decirle algo importante pero a su vez algo malo. Por suerte para él Anne llegó a los 5 minutos. Anne era perfecta, su pelo llegaba a la altura de los hombros. Era castaño y combinaba perfectamente con el color de sus ojos. Anne solía llevar el pelo a un lado, dejando visible la otra parte del cuello.- Hola Jam. -Dijo Anne mientras acercaba al banco. Se sentó y miró fugazmente a James.- Hola Anne. Me extrañó que me llamaras. Me hubiera esperado cualquier otra cosa en el mundo menos esto. ¿Ha pasado algo? -La voz de James parecía quebrada, como si una parte él gritara a voces su nombre desde una celda alojada en lo más profundo de James.- Sí, todo está bien Jam. Bueno... -Anne hizo una breve pausa.- Todo bien no. Hoy he tenido un suelo contigo. Un sueño demasiado extraño... Me he asustado y te he llamado. -Anne mantenía la mirada clavada en el suelo. Intercambiándola de vez en cuando con la mirada de James. Sin embargo James tenía la mirada vacía, clavada en el suelo. Fija en un punto. Lo que dijo Anne no lo sacó de sus pensamientos. Sino que le hizo recordar lo que había leído en internet.- ¿Un sueño? Es raro... Porque yo he soñado contigo cada noche. Aunque esta noche fue peculiar. Fue extraño. -James se humedeció el labio mientras entrelazaba sus manos entre sí apoyando los antebrazos sobre su regazo.- ¿Extraño? -Preguntó Anne con un poco de miedo.- Yo he soñado que estábamos en una cabaña. Que te despertaba y que me picabas como solías hacerlo cada mañana. -Añadió para acabar mordiéndose el labio. Anne estaba nerviosa, moviendo sin parar sus piernas.- Lástima. Yo he soñado otra cosa distinta. -James alzó la mirada y se giró para cruzarla con la de Anne. Respiró intentando serenar su mente y continuó hablando.- ¿Me has llamado para contarme que has soñado conmigo? ¿De verdad? Es increíble... Yo alucino. Me he preocupado y he corrido como un gilipollas creyendo que te había pasado algo más... Grave. -James se levantó sacudiendo la cabeza. Interpretando el mejor papel de su vida. Estaba evitando a toda costa revelar lo que sabía. Anne alucinó con la actitud de James.- ¡Sabes como soy! ¡Sabes que cualquier cosa que salga de la normalidad me asusta! -Bufó con brusquedad. Tragándose las ganas de romper a llorar.- ¡Eres un imbécil! ¡¿Lo sabías?! ¡Pensé que podía contar contigo y me he equivocado! -Anne gritó enfurecida. James por el contrario permanecía quieto. Inmóvil. Sereno. Se giró dándole la espalda y giró la cabeza levemente para mirar de reojo a Anne.- Debiste de haberlo pensado cuando me dejaste. -Su voz era fría. Cortante. Casi inhumana. Volvió a girar la cabeza y marchó a caminar en dirección al coche. Agachó la cabeza brevemente. No quería dejar que su actuación perdiera credibilidad en el último momento. Se llevó ambas manos a los bolsillos y se quedó parado cuando escuchó la voz de Anne.- ¡Jam! -Anne se levantó del banco e hizo el amago de coger el brazo de James. Estirazó el brazo y cerró ligeramente la mano, entreabriéndola poco a poco.- Perdóname... -Dijo con la voz quebrada. Anne estaba rota, destrozada. Se giró y volvió al banco sollozando. Se sentó y observó como James se iba. James se montó en el coche. Miro por el espejo retrovisor a Anne llorando y arrancó. Condujo sin demasiada prisa de nuevo hasta casa. Hasta que por el camino volvió a recibir una llamada.

James frenó el coche y descolgó el IPhone.- ¿Sí? -Dijo James a modo de saludo.- Soy Suzanne. ¿Te acuerdas de mí? -James se quedó consternado. No esperaba recibir una llamada en esos momentos y mucho menos de esa chica.- Sí. Creo que me acuerdo de ti. ¿Querías algo? -Se acomodó en el coche, declinó el respaldo.- Bueno... Me enteré de que lo tuyo con Anne terminó. ¿Te parece que quedemos algún día? -Alzó una ceja con una sonrisa de diversión en su rostro. Al parecer la chica popular del instituto, la animadora que todos deseaban se había interesado por él.- Bueno. No estaría mal recordar viejos tiempos.  Déjame zanjar unos temas y te aviso. Adiós Suzanne. -James colgó y volvió a ponerse en marcha con el coche.

Habían pasado las horas. El orgullo, el rencor y los motivos que habían impulsado a actuar de aquella manera tan cruel con Anne. James iba conduciendo por la ciudad. Sin tener un rumbo fijo. Llegó a lo alto de un barranco. A las afueras de la ciudad. Desde allí podía ver toda la ciudad. La playa. Todo. Solía subir allí con Anne para relajarse. Para disfrutar o simplemente para pasar el tiempo. Descubrió ese lugar nada más llegar allí. Antes de que conociera a nadie. Antes de tener un nombre en aquella ciudad. Paró el motor del coche, se bajó y se sentó en el capó del coche apoyando la espalda en la luna de este. Se llevó ambas manos a la nuca, alzó la mirada y cerró los ojos. No podía dejar de pensar en todo y a la vez en nada. Quería volver al sueño. Vivir como en el sueño. Recuperar su pasado, pero no podía. No era tan fácil como volver a leer las páginas de un libro. El sol empezaba a esconderse dando paso a la noche. Dejando que la luna llena bañara con su manto. Un coche empezó a escucharse a lo lejos. Al poco tiempo las luces llegando a alcanzar el coche de James. Se paró a la derecha del coche de James. El conductor se bajó. James se reincorporó y la cara de asombro que esbozó fue épica. Se dio un par de golpes en la cara y se bajó del coche.- ¿Anne? ¿Qué haces aquí? -Anne se acercó a James. Se puso de puntillas y le dio un suave beso en los carnosos labios de James.- ¿Hace falta que te diga lo que hago aquí? -Esbozó una pequeña sonrisa. Escondiendo su rostro en el pecho de James. Él la abrazó con toda la ternura que se había guardado desde el último día. Apoyó la barbilla sobre la cabeza.- Perdóname. He tenido un día duro. Es... -James hizo una breve pausa.- Difícil. -Añadió Anne. James esbozó una pequeña sonrisa. Se separó de ella dejando las manos en la cintura. Se mordió el labio inferior nervioso.- Yo también soñé contigo. Soñé que estabas conmigo. Que te ibas porque te picaba. Soñé que seguíamos juntos. -Se quedó callado. Mirando al suelo. Evitando la mirada de Anne. Esta extendió la mano hasta colocarlo en el mentón de James.- Idiota... -Negó varias veces con la cabeza y volvió a acercarse a él.- ¿Por qué no dejamos nuestro miedo a tragarnos el orgullo a un lado y hacemos lo que realmente queremos? -Alzó la mirada buscando los ojos de James. Los encontró y sonrió con timidez.- Hagámoslo. -James esbozó una sonrisa y besó a Anne. Separó sus labios de los de ella y suspiró.- Ven a casa Anne. Tengo algo que enseñarte. Te esperaré allí. -Se dirigió al coche y se montó en él. Arrancó y se marchó de allí.

Anne le siguió. Aparcaron, James en el parking y Anne frente al bloque de apartamentos. James subió y esperó a Anne. Entraron en su apartamento juntos.- Vaya... Has cambiado algunas cosas. -James cerró y soltó las llaves en una mesita que tenía junto a la puerta. Se quitó la camisa y la lanzó hacia una de las sillas que había junto a la mesa del comedor.- Tuve tiempo para redecorarlo un poco. -James se encogió levemente de hombros mientras caminaba hacia el salón.- Espera aquí. -James se marchó por el pasillo hasta llegar al dormitorio. Cogió el libro y volvió al salón. Anne se sentó en el sofá y esperó a que volviera. Le tendió el libro y lo cogió. Se quedó sorprendida al ver el título del libro, pero aún más al percatarse de que era el libro que ella le regaló.- ¿Lo has quemado? ¿Has quemado el cuero del libro? -El tono de voz de Anne era extraño. Tenía el tono de pena, de dolor. James se alarmó ante las preguntas de Anne.- ¡No! Por supuesto que no. Apareció de repente. Mira el contenido. Léelo. Te resultará familiar. -James se sentó junto a Anne. Estaba nervioso por ver la reacción de la chica. Anne abrió el libro y comenzó a leerlo. Se iba quedando perpleja a medida que leía.- Es... Es... ¡El sueño! Jam. Es el sueño. Nuestro sueño. ¿Lo has escrito tú? -Se giró rápidamente hacia James con entusiasmo.- No, Anne. No lo he escrito yo. Me desperté y estaba escrito. Luego apareció el título. -Se levantó del sofá y se dirigió al dormitorio. Cogió el ordenador y volvió a sentarse.- Mira lo que encontré. -Navegó por el historial del explorador y abrió de nuevo la página. Se la mostró.- ¿Y crees que es este libro? -La preocupación de Anne se clavó en los ojos de James. Se levantó y comenzó a andar en círculos alrededor del sofá.- Anne. Para. Creo que sí es. Pero aún no sabemos nada de él. No sé que hace. Por eso no te lo dije antes. Por eso quise evitarte. -James se mordió el labio y se levantó para abrazar a Anne por detrás. Le dio un suave beso en el cuello. Anne se estremeció al sentir los labios en su cuello.- Jam... Por favor... No... -La voz de Anne se entrecortaba. La respiración empezó a entrecortarse. James se quedó quieto. Rodeó la cintura de Anne para acabar colocándose delante de ella. Puso la mano en la barbilla de Anne y la alzó con delicadeza.- Me importas más que esto. Eres mi todo. -James esbozó una sonrisa tonta. Se separó de ella y se dirigió hacia la mesa.- Si quieres puedes quedarte. Yo puedo dormir en el sofá si quieres. -Cogió una caja con pastillas y se tomó una. Se acercó a Anne y le besó la mejilla.- Voy a hacer la cena.- Acomódate. Estás en tu casa. -James desapareció en la cocina. Anne se quedó quieta. Empezó a deambular por el salón. Observando las fotos que había por allí. Había fotos de James con Ben, el gato de este. , de Anne con Ben, de Anne con James y de ellos dos con Ben. Anne esbozó un suspiro. Miró un instante a la cocina y vio a James cocinando. Una sensación de nostalgia se alojó en el corazón de la chica. Se acercó a la puerta de la cocina y con timidez se aclaró la voz.- Me quedo... -Esbozó una sonrisa. Anne agachó levemente la cabeza. Se separó del marco de la puerta. Volviendo a sentir esa sensación de felicidad, relax y tranquilidad que aquella casa siempre le había transmitido. James salió de la cocina con una bandeja en la que llevaba vasos, los platos con la comida y una botella de vino.- Voilá. La cena está servida. -Se dirigió a la mesa y empezó servir los platos. La cena transcurrió despacio. Estuvieron hablando de cosas sin importancia, de anécdotas del pasado. A medida que los minutos pasaban la tensión que había en el ambiente desapareció. La comodidad y la naturalidad inundó el ambiente. Todo era perfecto. Todo parecía sacado de un libro.

Terminaron de cenar y se pusieron a recoger la mesa y a fregar los platos. Tardaron alrededor de unos 20 minutos en hacerlo todo y aún era relativamente temprano como para dormir. James acompañó a Anne hasta la habitación. Esta se quedó en la puerta, con timidez. Como si realmente nunca hubiera estado allí y fuera la primera vez que se acostaba con James. Inmediatamente se ruborizó. James se giró y se dio cuenta de que estaba más roja que un tomate. Esbozó una sonrisa divertida. Se acercó a ella y le colocó una de sus manos sobre la cadera. Se pegó a ella y le guiñó el ojo.- ¿Estás pensando en acabar la primera vez que viniste? -Anne negó varias veces con efusividad mientras el rubor de sus mejillas aumentaba.- Yo... No... Es... Que.... -Anne cerró los ojos y se mordió el labio inferior. Se había puesto nerviosa y no le salían las palabras.- Ya está pequeña... -Colocó una mano en la mejilla de Anne y la acarició con el pulgar con delicadeza.- Sabes que ni quiero forzar algo ni tampoco quiero estropear el momento. -Anne iba a responder a James, pero este la besó justo antes de que pudiera salir palabra alguna. Anne correspondió al beso posando ambas manos en la espalda de James. Las subió hasta dejarlas a la altura de los hombros de él.- Cállate. -Llevó sus manos al borde de la camiseta y se la quitó. La fogosidad de Anne y James se notaba en el ambiente. Bajó las manos hasta el culo y la levantó. Anne rodeó con sus piernas la cintura de James y se mordió el labio inferior. Colocó sus brazos alrededor del cuello de James.- Let me be your vampire. -Susurró Anne mientras se acercaba al cuello de James. Le dio un mordisco, para acompañarlo con un beso. James giró sobre sus talones y se acercó a la cama. Dejó a Anne sobre esta y  se lanzó al cuello de la misma. Sus besos se intercalaban con algunos mordiscos. Primero ascendían casi hasta el lóbulo de la oreja y luego descendían hasta llegar a la clavícula. El vestido que llevaba Anne sobraba. Por lo que James se deshizo de él. Dejó a la vista el cuerpo semidesnudo. Volvió a subir a sus labios. Los besó, mordió el labio inferior y tiró de él un poco. Puso su mano sobre el muslo de ella antes de que ella misma se descalzara. Comenzó a subir por su muslo.- Jam... -Dijo mientras inspiraba. Cerró los ojos mordiéndose el labio inferior. Levantó a Anne de la cama. La dejó en el suelo y subió una de sus manos hasta la nuca de Anne. Enredó su mano en su melena. Tiró hacia atrás sin demasiada fuerza, solo la justa para retenerla. Acercó sus labios a los de ella mientras esta los abría como imponiendo resistencia a lo que James le estaba haciendo. Apoyó la espalda de Anne contra la pared antes de volver a alzarla entre sus brazos. Volvió a besarla, volvió a dejar que las ganas hablaran por él. Dejó a Anne en la cama. Se colocó sobre ella y acercó sus labios al oído.- Make me wanna die. -Sus cuerpos ya desnudos comenzaron a fundirse en uno. Sus movimientos eran delicados. Su pasión era el motor que los movía. Sus intercambios de miradas eran frecuentes. Dejando que solo se hablaran con sus ojos. James acarició la mejilla de Anne antes de besarla y mirarla fijamente a sus ojos. Clavando sus ojos verdes en aquellos grandes ojos marrones que siempre había deseado. Se mordió el labio y continuó moviéndose hasta llegar al clímax. Se tumbó en la cama, dejando las sábanas arrugadas a los pies de esta. Extendió el brazo derecho sobre la cama, esperando con la mirada a que Anne se tumbara. Ella lo hizo, se aferró a James hundiendo la cabeza en su pecho. Cerrando los ojos, aspirando su aroma. Recordando el pasado. Volviendo a ser feliz.- Te quiero Jam. -Dijo antes de quedarse dormida. James los tapó con las sábanas. Apoyó la cabeza en la almohada, se relajó y antes de dormirse dijo.- Yo también te quiero pequeña.

Prólogo

Dejó caer de su mano ese bolígrafo que tantos recuerdos le traía. Con ello cayó toda su esperanza de dejar que el pasado fuera su presente, y que su presente fuera su futuro. Cedió su día a Morfeo, quien lo llevó al reino de los sueños. James se había quedado dormido, postrado sobre su escritorio. Apoyando la cabeza contra las hojas en blanco de ese cuaderno de cuero viejo que ella le regaló.

Comenzó a soñar. Dejando que recuerdos se cruzaran en la aventura que su mente había creado esa noche para él. Cruzando su pasión por lo irreal con su amor por lo real. Dejó que la mujer que siempre había soñado lo acompañara en el arduo camino. Su sueño comenzó en un pequeño pueblo. Localizado en la cima de una montaña. Rodeada de basta naturaleza que hacían que aquel lugar fuera especial. James siempre había querido tener un rincón así donde poder refugiarse en sus peores momentos. Más allá del bosque, a menos de 5 Km se hallaba un lago, un pequeño lago cercado por la naturaleza. A un lado tenía el bosque y en el lado opuesto había una extensa pradera donde poder correr con libertad. James dormía en la habitación de su casa. Se movió con torpeza palpando con su mano a su izquierda. Una extraña mueca apareció en el rostro del chico, obligandole a despertar y a mirar a su lado. Para su sorpresa, aquello que había buscado con su mano estaba allí. Sentada en el borde de su cama. Vestida con la camiseta del joven. Esbozando una amplia sonrisa mientras se mordía con inocencia el labio inferior. Clavando sus preciosos ojos marrones en los verdes de James.- Creí que te habías marchado. Que mis pesadillas se habían vuelto reales. Que te había perdido. -Dijo James tejiendo con su voz un tono de miedo y tristeza. Anne sacudió la cabeza mientras su sonrisa seguía en su rostro. Se inclinó hacia adelante apoyando una mano en el torso desnudo de James. Se mordió el labio inferior y deslizó hacia abajo su mirada.- Sabes que sería incapaz de irme... Me raptaste... Me conquistaste y te adueñaste de mi... No puedo irme ni aunque tus sueños te lo digan. -Anne acercó sus labios a los de James dándole un breve beso.- ¿Raptarte? ¿Yo? Pedías a gritos que te llevara conmigo. El lazo que llevabas lo pedía a gritos. Yo solo escuché lo que nadie pudo. Solo hice lo que tú querías que hiciese. -Dijo James mientras elevaba su mano derecha hacia la mejilla de Anne. La rozó con delicadeza con el dedo pulgar mientras el objetivo de James era colocar tras la oreja izquierda de Anne ese mechón rebelde que le prohibía contemplar su rostro. Alzó la mirada hasta cruzarla con la de ella y James sonrió.- No es justo. ¿Por qué solo tú pudiste escuchar lo que ni yo misma decía? ¿Y si lo que dices es mentira? -Anne intentó darle un toque de enojo a sus palabras. Un toque de enfado, pero no consiguió darle lo suficiente para que a James le afectara.- ¿Quieres saberlo? -Preguntó James. Anne asintió con lentitud. De esa manera en la que su esencia quedaba reflejada.- Porque te quiero. -Añadió James e hizo una breve pausa.- Porque es lo que yo quería escuchar. Porque es lo que estaba deseando. -Cuando terminó de decir la última palabra James se reincorporó un poco buscando los labios de Anne. Los encontró. Los besó. Los hizo suyos. Anne se humedeció los labios, volviendo a saborear en ellos los de James. Suspiró con recelo mirando a James.- Bla, bla, bla. ¿Nunca te he dicho que hay veces que hablas demasiado? Eres un idiota. Eres mi idiota. -La sonrisa de Anne se ensanchó a más no poder y una breve carcajada estalló en su pecho. James refunfuñó con brusquedad y puso ese énfasis en buscar las cosquillas de su amada.- Mira que te gusta fastidiar los momentos mimosos eh... ¿Qué voy a hacer contigo? -James negó varias veces con la cabeza tras preguntar. Dejando sus manos quietas a ambos lados de su cintura. Anne agarró con su mano derecha el mentó de James y acercó su rostro al de él. Dejandolo a escasos unos centímetros.- Pues quererme. ¿Qué otra cosa vas a hacer sino idiota? -Anne volvió a sonreír aunque esta vez fue algo fugaz, ya que buscó de nuevo los labios de James. Lo besó y se deslizó de nuevo hasta el borde de la cama. Sentándose sobre sus pies, entrelazando sus manos entre si y mirando con diversión a James.- ¿Qué has planeado para hoy? ¿Vamos a ir de nuevo en busca de mi unicornio? ¿O por fin te dignaras a enseñarme a montar en dragón? -Preguntó Anne con su voz más inocente. James se levantó de la cama, rodando hacia su derecha hasta llegar al borde de esta. Se acercó al armario para abrirlo. Era un armario corriente, o eso aparentaba. Combinaba a la perfección con el resto de la habitación. Era de color negro, al igual que las sábanas de la cama. Que contrastaban contra el blanco en el que estaba pintada la cama.- ¿Crees que de verdad mereces que te lleve a buscar unicornios o te enseñe a montar en dragón? -Preguntó James. En su tono de voz había un áspice de rencor, de pique por lo que había pasado. Anne se levantó de la cama y caminó descalza hasta poder apoyarse en la espalda de James. Se pegó a él poniendo entre la espalda y su pecho sus manos. Se puso de puntillas para darle un beso en la nuca y apoyó su mejilla en la espalda de James.- Por favor... ¿Me llevaría usted al rincón más sorprendente de este mundo? -Su tono no era el mismo que antes. Antes era inocente y divertido. Ahora era parecido al que una niña usa para pedirle a su padre que le compre una piruleta. Tenía un deje de niñez y otro de suplica. James se giró sobre si mismo con cuidado. Rodeó la cintura de Anne y miró hacia abajo. James tenía una pequeña sonrisa un tanto traviesa pero la intentó disimular.- ¿Acaso no es este el rincón más sorprendente del mundo? -Anne refunfuñó con suavidad y alzó su mirada para cruzar la mirada con él.- Pe... Pero... -Agachó su mirada para dar mayor intensidad a su reproche. La alzó para cruzarla de nuevo con la de él. Esta vez la niñez que había en su mirada se esfumó. Su mirada era más dura, más intensa.- Cállate. -Sentenció Anne. Se separó de él y se giró bruscamente. Provocando que la melena castaña de Anne golpeara el pecho de James. Anne comenzó a andar hacia la puerta. Se agarró al marco de esta y miró el semblante de James frente al armario. James seguía sonriendo cruzado ahora de brazos.- Ves como no era tan difícil. -Sonrió con diversión.- Preparate. Hoy tengo una sorpresa para ti. -Le guiñó el ojo a Anne. Aunque ella no lo vio, ya que se giró para caminar hasta salir de la habitación.- ¡Cállate! -Gritó Anne mientras recorría el pasillo en dirección al vestidor.- Amo a esta mujer. -Murmuró James mientras comenzaba a sacar la ropa del armario. Algo simple. Un vaquero, unas converse y una camiseta.

James se despertó, parpadeando varias veces hasta ubicarse de nuevo. Seguía en su habitación. Sentado y apoyado sobre el escritorio. Se reincorporó y observó que las páginas del cuaderno estaban escritas. Alterado buscó el boligrafo, al no encontrarlo en el escritorio de un sobresalto se alejó de este empujando la silla. Se tiró al suelo hasta que lo encontró debajo de la cama. Se levantó, cogió el cuaderno y comenzó a leer.- Pero... ¿Qué diablos es esto?.