viernes, 2 de agosto de 2013

Capítulo 3. Sobrevivir.

El sol dejó que los primeros rayos de luz cegaran por un momento a James. No había dormido en toda la noche, no pudo por más que lo intentara. Se llevó ambas manos a la cabeza, desesperado y preocupado. Se apartó con violencia del escritorio y gritó. Gritó de impotencia al no poder hacer nada, al tener que haberse rendido anoche. Se levantó y se fue a la ducha, para intentar relajarse. Se duchó rápido, se vistió y se fue de nuevo de vuelta para la casa de Anne. Llegó allí en apenas 15 minutos. El reloj marcaba las 07:15. La hora perfecta. Rebuscó en el coche para ver si por casualidad en alguno de los compartimentos del coche encontraba las llaves. Encontró una copia de las de Anne y esbozó una sonrisa satisfecho. Salió del coche y subió las escaleras. Llegó a la puerta y la abrió. Ben maulló a lo lejos y corrió hacia James. Este lo cogió en brazos y le acarció la cabeza.- ¿Dónde está Anne? -Le preguntó al gato, aunque dudaba mucho que tuviera respuesta. Ben maulló y movió la cola. Caminó hasta llegar al estudio. Vio a Anne dormida sobre una mesa y negó con la cabeza. La cogió en brazos y la llevó hasta la cama.- Mira que quedarse dormida... -Negó con la cabeza y la arropó. Fue de nuevo hacia el estudio y volvió a la mesa. Antes le pareció ver el libro, pero estaba en casa. O eso creía él. La cuestión es que allí no había nada y sabía que Anne no era de las que se quedaba dormida en cualquier lugar. El móvil de James sonó. Se sobresaltó. Era un mensaje de Suzzane. El mensaje decía lo siguiente: "James. Aún me sigues gustando. Ya no estás con Anne. Ven y pasémoslo bien más de una noche." Bloqueó el móvil y lo dejó de nuevo en el bolsillo. Se sentó donde Anne se había quedado dormida. Miró la mesa y se dio cuenta de que allí había algo. Se quedó pensativo hasta que el móvil les sacó de ellos. Era una llamada entrante con un número privado. Descolgó el móvil. Era su hermano.- ¿Eric? ¿Qué pasa? ¿Estáis tú y Marie bien? -Su voz detonaba preocupación. No era normal que su hermano le llamara a esas.- Sí, estamos bien. No te preocupes. Es que... Ha aparecido un libro. -Eric se quedó callado. Creía que su hermano le tomaría por loco. Él mismo lo haría.- ¿Un libro? ¿Qué tiene de especial? -Esperó a que su hermano le respondiera. Pero este tardaba.- Aparece tu nombre y el de Anne. Es de cuero... Y no está acabado. -El tono de Eric tenía mucha preocupación. James se quedó perplejo ante lo que escuchó.- Luego te llamo Eric. -Colgó el móvil, dejó una nota para cuando Anne despertara y salió del apartamento.

Llegó a su piso. Fue directo hacia la habitación. Buscó donde debería de estar el libro. No estaba.- ¡Joder! -La rabia se apoderaba de él. Giró sobre sus talones y se fue hacia la habitación donde estaba el saco de boxeo y el gimnasio. Se calzó los guantes y empezó a golpear el saco como si no hubiera mañana. James se desahogaba así cuando no podía más. Se paró en seco y se quitó los guantes. Eran unos guantes negros con la parte de la palma blanca. Los colgó en su sitio y se puso a mirar las diferentes fotos que allí había. Eran recortes o carteles de las noche que combatía. Combatió en boxeo la mayoría de las veces aunque antes también lo hizo en Muai Thay. Cogió el móvil y le mandó un mensaje a su hermano. "Necesito ir a por ese libro. Voy hacia Los Ángeles. Tardaré unas horas. Voy en coche y desde Miami hay un buen recorrido." Se duchó otra vez y preparó una maleta con las cosas necesarias. Cogió las llaves del Ford Mustang GT y bajó al parking. Pasó al lado del BMW y lo revisó antes de irse. No le gustaría encontrarse con el coche rallado o algo por el estilo a su vuelta. Se montó en el Mustang y dejó el equipaje en el asiento del copiloto. Sacó sus Ray-Ban de la guantera y se las puso. Le encantaba conducir ese coche y por eso no podía dejar de sonreír. Arrancó y pisó a fondo. El coche rugía como un dragón apunto de atacar. Salió del garaje y condujo hasta llegar a la autopista. Anne seguía dormida por lo que su mente aún estaba con el libro. Eric abrió el libro y empezó a hojearlo. Lo leyó hasta llegar al final de lo escrito. Este tembló, el libro. Y las letras empezaron a aparecer en las hojas en blanco.

Anne seguía avanzando por la cueva. Tenía la antorcha por lo que al menos podía salvarse de la oscuridad. Llevaba la mochila a cuestas y eso en algunas ocasiones le retrasaba. Había medio averiguado como funcionaba la red de túneles que había encontrado. Esbozó una sonrisa aunque lamentaba el estar en aquella situación. Siguió caminando hasta que encontró otra cueva. Esta estaba iluminada aunque se debía a un río de ñava que transcurría por uno de los laterales. Se adentró por la cueva hasta que con uno de sus pies chocó contra lo que parecía ser un cuenco de madera. Se agachó, lo cogió y lo examinó. Parecía reciente a parte de que estaba aún mojado y  con restos de comida.- ¿Estoy soñando? -Pestañeó varias veces hasta que escuchó voces. Se escondió en el primer escondite que encontró. Esperó a que pasaran pero algo le hizo estar más pendiente. Reconoció la voz de dos niñas. Anne salió de su esconsite con el cuenco se madera. Tragó saliva y vio que una de las niñas no podia tener más de 5 años y que la otra no superaba los 13.- Hola pequeñas. -Anne quería ser lo más amable y maternal posible. Primero para que no salieran corriendo y segundo para que se acercaran a ella.- Soy Anne. -Esbozó una sonrisa.- Yo Samantha. Ella mi hermana Christine. -Dijo la mayor. La pequeña se acercó y le quitó el cuenco de la mano a Anne. Volvió con su hermana y se quedó detrás de ella.- ¿Sabéis como salir de aquí? -Se agachó un poco para quedar a la altura de las niñas. La pequeña asintió con la cabeza y Anne sonrió.- Sigue. -Las niñas volvieron por donde habían venido. Anne las siguió. Atravesaron una gran cantidad de túneles. Algunos ascendía otros descendía y todos tenía multitud de giros. Anne pensó en que hubiera pasado si hubiera ido sola. Fijo que se habría perdido. Las niñas se pararon al final de un túnel. Este no tenía salida. Miraron a Anne.- Para salir por aquí. Pero peligro. Mamá dragón duerme y querrá comernos. Hay otro camino. Más largo. Más difícil. Pero más seguro. -Dijo Samantha. A Anne le rugió el estómago y se llevó ambas manos al vientre.- ¡Un dragón¡ -Exclamó la pequeña señalando a Anne. Anne negó con la cabeza ruborizada.- No es un dragón es que tengo hambre... No se cuanto llevo aquí y no tengo comida guardada... -Deslizó la mirada hacia el suelo. Samantha le cogió la mano y tiró de ella.- Ven. Comida. -Tiró un par de veces de ella y salió corriendo por el túnel. Anne corrió detrás de ellas hasta que llegaron a otra cueva. Había gran cantidad de comida. Había fruta, queso y carne, aunque esta en menos cantidad. Samantha le dio un trozo de queso. Anne lo cogió y comenzó a comer. Las niñas aprovecharon y comieron algo.- ¿Por qué estáis aquí abajo? -Anne tragó y miró a Samantha. Esta seguía mordiendo mientras desviaba su mirada.- Mamá nos trajo hace un año. Dijo que aquí estaríamos seguras. -La voz encantadora de Christine inundó la cueva. Era acogedora.- Pero... ¿Cómo es que tenéis toda esta comida? Sois... Muy pequeñas aún. -Samantha miró a Christine y negó con la cabeza.- Vamos a la granja y las robamos. -Dijo Samantha sin mirar a Anne. La frialdad de Samantha sorprendió a Anne. En comparación con Christine que era todo lo contrario. El silencio comenzó a apoderarse de la cueva. Reinando en esta mientras comían. Terminaron de comer y Christine comenzó a corretear por allí. Samantha tenía la mirada clavada en su hermana mientras se mantenía en silencio. Anne se levantó de donde estaba y se acercó a Christine.- ¿Me podéis llevar a la granja? -Christine miró sonriente a Samatha y esta asintió.- ¡Sí! ¡Granja! -La efusividad de Christine era contagiosa. Abrazó a Anne y salió corriendo de nuevo por los túneles. Samantha la siguió andando, por último lo hizo Anne.

Eric cerró el libro y lo dejó sobre una de las mesas. Se había pasado las últimas tres horas leyendo aquel libro. Clarisse abrió la puerta de la casa. Era una mujer rubia, de metro ochenta y unas medidas espectaculares. Era la mujer de Eric. Se acercó a Eric y le besó la mejilla.- ¿Tú leyendo? ¿Qué te ha pasado? ¿Estás muriéndote? -Bromeó y le pellizcó la mejilla. Eric se hizo el ofendido y negó con la cabeza.- Sí. Estoy muriéndome y... Estoy leyendo fórmulas para destruir el mundo. -Soltó una carcajada dándole un toque malvado. Se giró y le guiñó el ojo.- Es un libro que me he encontrado. James está apunto de llegar. Por si quieres preparar la habitación de invitados.